La revelación de los secretos de la Aurora Dorada

La sociedad esotérica que dio forma a la magia moderna

A finales del siglo XIX, con una Europa que bullía entre el racionalismo científico y el redescubrimiento del misticismo antiguo, surgió una organización secreta que pretendía reconciliar ambos mundos a través de un sistema mágico estructurado, la Orden Hermética de la Aurora Dorada. Lejos de ser una simple curiosidad victoriana, esta orden fue un verdadero laboratorio de alquimia espiritual que supuso el despertar del ocultismo occidental moderno, y del que sigue bebiendo gran parte de la magia ceremonial actual.

La Aurora Dorada fue fundada oficialmente en 1888 en Londres por William Wynn Westcott, Samuel Liddell MacGregor Mathers y William Robert Woodman, todos ellos masones provenientes de la Societas Rosicruciana in Anglia (SRIA), apasionados del ocultismo y lo hermético e influidos por el Espiritualismo y la Teosofía, corrientes en boga en el siglo XIX. Westcott, en particular, fue amigo personal de Madame Blavatsky.

La historia que cuenta la propia orden, sitúa su origen en la inspiración que propiciaron unos enigmáticos Manuscritos Cifrados que habían pasado en mano hasta que Wynn Westcott logró descifrarlos en septiembre de 1887. Consistían en una descripción de cinco rituales de inspiración Rosacruz de los que el autor había sido testigo y de los que había tomado apuntes. Una vez descifrados los manuscritos, Westcott llamó a Mathers para obtener una segunda opinión sobre la autenticidad de los rituales, y junto a Woodman se dedicaron entonces a transformar su contenido en un sistema coherente de grados iniciáticos para una logia, combinando alquimia, tarot, astrología, teúrgia y misticismo rosacruz.

Westcott afirmaría además que había encontrado cifrada en estos documentos la dirección de una tal Anna Sprengel, supuesta condesa alemana y rosacruz, que se hallaba en contacto con una serie de entidades sobrenaturales, unos avanzadísimos iniciados conocidos como los Jefes Secretos.

Según Westcott, se produjo hasta 1891 una extensa correspondencia con Anna Sprengel que incorporó profundas enseñanzas ocultas. Finalmente, ella autorizó la creación de una rama inglesa de la orden y otorgó a los tres fundadores, Westcott, Mathers y Woodman, el grado más alto, el de Adeptus Exemptus.

Diversos estudiosos consideran que Anna Sprengel nunca existió, y que ella y los Jefes Secretos fueron un invento para legitimar la orden. Sea como fuere, a partir de esa correspondencia, real o inventada, se fundó en 1888 el Templo Isis-Urania de Londres, dando inicio a la historia de la Aurora Dorada.

Folio nº13 de los Manuscritos Cifrados

El sistema de grados

El sistema de la Aurora Dorada estaba altamente estructurado. En su Primera Orden (u Orden Externa), se estudiaba filosofía esotérica, astrología, tarot y geomancia, así como los cuatro elementos. Todo este conocimiento era entregado bajo secreto y entre terribles amenazas si se revelaba, como detalló Aleister Crowley cuando publicó los rituales en El Equinoccio Vol.1, nº2. Además, los rituales adjudicaban una enorme importancia y exclusividad a cada nuevo conocimiento otorgado, cosa que a día de hoy, con todo este material y muchísimo más publicado y accesible, nos puede resultar un tanto extravagante.

Estos primeros grados, que correspondían a las sefirot inferiores del Árbol de la Vida cabalístico, eran esencialmente teóricos. El ritual del Neófito introducía al aspirante a su nueva vida, mostrándosele simbólicamente un destello de la luz divina. Los siguientes grados, correspondientes a los elementos, tratarían de equilibrar su psique, pero no se exigía una práctica verdaderamente mágica más allá de la adivinación y el trabajo con los elementos, concebidos también como Tattvas bajo una fuerte influencia oriental o teosófica.

Una vez superados estos primeros grados, si los adeptos de la Segunda Orden lo aprobaban, se accedía a esta orden más interna. Esta recibía el nombre de Rosae Rubeae et Aureae Crucis, y sus rituales fueron escritos a partir de 1892, después de que Mathers afirmara haber establecido contacto con los Jefes Secretos de la orden, que se encontraron con él en cuerpo físico pero al mismo tiempo astralmente, y por medio de “poderes terriblemente sobrehumanos”, una presencia que Mathers indicó que un Iniciado menos avanzado “no podría soportar durante cinco minutos sin que le llegara la muerte”. Clarividencia y mancias serían otros métodos, siempre con fuerzas demoníacas opuestas. El lector encontrará interesante comparar este relato de Mathers con la Iniciación apropiada al Zelator (Yesod) de la A.·.A.·. que a través de Robert Anton Wilson conocemos como Peligrosa Capilla.

Disposición del Templo para el Sendero 28 en el ritual del grado de Philosophus (extracto de El Equinoccio, Vol 1, Nº2)

En la Segunda Orden, se pasaba por fin a la práctica de la magia ceremonial. Pero desgraciadamente, la organización no tenía mucho más que ofrecer. Encontramos tres grados en esta Segunda Orden, pero la que destaca es ante todo la iniciación del Adeptus Minor (Tiphareth) orientada a despertar una verdadera iniciación en el mundo real, tal que autores como James Eshelman equiparan este grado de la Aurora Dorada con el Zelator (Yesod) de la posterior A.·.A.·. de Aleister Crowley. Esto cobra más sentido si consideramos los grados elementales de la Primera Orden de la Aurora Dorada como una exploración de estos aspectos elementales de la sefirá de Malkuth.

Desafortunadamente, tras el Adeptus Minor, dividido a su vez en varios sub-grados, no había mucho más, hasta el punto de que los grados de Adeptus Exemptus de los fundadores, que corresponderían a la sefirá de Chesed, eran básicamente honoríficos. Esta incapacidad para iniciar más allá del primer umbral, junto al autoritarismo de Mathers, formaron parte del descontento que acabó por quebrar la orden.

Existía también una supuesta Tercera Orden inaccesible. Se adjudicaba a las sefirot supernales, y a ella pertenecían aquellos míticos Jefes Secretos que también habían sido los Mahatmas de Madame Blavatsky. Esta idea, además, añadía un aura de misterio y autoridad invisible a toda la estructura. Estar en comunicación con estos Jefes Secretos, era en la práctica la fuente de autoridad que utilizaban los líderes de la orden, que así difícilmente podían ser confrontados. Cuando MacGregor Mathers se erigió como líder único de la orden, basó su autoridad en su contacto exclusivo con estos Jefes Secretos. Tiempo más tarde, cuando Aleister Crowley se enfrentó a él, escribió que estando en 1904 en Egipto y cerca de recibir el Libro de la Ley, “Varias consideraciones me llevaron a pensar que los Jefes Secretos de la Tercera Orden habían enviado un mensajero para conferirme el cargo que Mathers había perdido.

Acerca de su posterior declaración de guerra a Mathers, Crowley llegaría a escribir en sus Confesiones: “En París, escribí una carta formal a Mathers informándole de que los Jefes Secretos me habían nombrado jefe visible de la Orden y declaré una nueva Fórmula Mágica. No esperaba ni recibí respuesta.

MacGregor Mathers, vestido para la realización de un ritual

La ruptura del secreto

A finales de 1899, Aleister Crowley llevaba ya una trayectoria meteórica en la Aurora Dorada, pero se encontraba estancado en la Primera Orden. Los adeptos de la Segunda Orden le miraban con recelo, incluso con desprecio. Odiaban su buena relación con MacGregor Mathers, le consideraban moralmente disoluto, y acabaron por bloquear su acceso al grado de Adeptus Minor a finales de aquel año bajo alegaciones de infamias morales del aspirante.

Sin salida, Crowley decidió viajar a Francia, para ser iniciado contra el criterio de los adeptos londinenses en el templo parisino de Ahathoor que dirigía allí Samuel Liddell MacGregor Mathers, ya entonces líder de la orden. Este lo inició en la Segunda Orden el 16 de enero de 1900. Así, mientras Crowley regresaba, se daba un paseo por Londres y acababa por retirarse en su caserón de Boleskine, Florence Farr, quien lideraba la orden en Inglaterra, renunció en protesta por la decisión de Mathers.

Se produjeron entonces una serie de desencuentros entre Mathers y la junta londinense, tal que un consejo de adeptos acabó por votar la expulsión de Mathers. Tampoco enviaron a Crowley papel alguno de los que le correspondían por su grado, y continuó una rebelión e incluso una división entre los propios rebeldes que acabó con la aparición de cismas y la ruptura de la orden.

Como se indicó anteriormente, Crowley acabó afirmando que los Jefes Secretos lo habían designado cabeza visible de la Aurora Dorada, y que Mathers había perdido ese respaldo divino. En 1904, reveló que recibió instrucciones directas de uno de los Jefes Secretos de la Tercera Orden para publicar los rituales secretos de la Segunda Orden y, de ese modo, desvelar lo que consideraba fraudes perpetuados por Mathers e incluso Westcott.

En 1909, Crowley empezó a publicar los rituales de la Aurora Dorada, con el apoyo de los Jefes Secretos. Su revista El Equinoccio, órgano oficial de su orden A∴A∴, comenzó en 1909 y en otoño de aquel año incluyó en su número 2 extractos de los rituales de la Aurora Dorada, incluyendo el Ritual Menor del Pentagrama, el Ritual Menor del Hexagrama, el Ritual Mayor del Hexagrama, y los rituales de los grados de Neófito (0=0), Zelator (1=10), Theoricus (2=9), Practicus (3=8), Philosophus (4=7), y el Ritual de los Senderos 24, 25 y 26. Mathers lo demandó para detener la publicación, pero fracasó en el juzgado, lo que proporcionó a Crowley una visibilidad mediática aún mayor.

Las publicaciones, completadas más adelante por Israel Regardie en 1937, supusieron tras la ruptura de la Aurora Dorada la difusión de todo sus rituales secretos, y con ello un nuevo despertar de la magia ceremonial que continúa hasta hoy.

El Árbol de la Vida y los grados (extracto de El Equinoccio, Vol 1, Nº2)

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